Rey de Inglaterra (1509-1547), perteneció a la dinastía Tudor. Ser un Tudor no era tarea fácil, representaron el ejemplo por antonomasia de monarquía autoritaria y de familia real anglosajona más famosa y controvertida de todos los tiempos.
A pesar de su imagen de mujeriego, Enrique VIII era una persona culta e inteligente. Hablaba varios idiomas, entre ellos el español.
Enrique VIII fue un músico talentoso, escritor, poeta, hablaba inglés, francés, latín, italiano y castellano y durante su juventud, gran atleta. ¿Quién lo diría? ¿no? pasando a la cultura popular únicamente con una imagen de mujeriego empedernido y de persona despiadada causada por el ansia legítima de tener hijos varones en quien perpetuar la dinastía. Durante sus casi cuarenta años de reinado, culto e inteligente, Enrique se convirtió en una figura colosal en Inglaterra, a la que redefinió con mano firme y ampliamente respetada.
Accedió al trono, con tan solo 17 años y decidió casarse con Catalina de Aragón, hija de los Reyes Católicos. Todo iba bien en palacio y después de varios embarazos fallidos, en 1516 nació María Tudor. Enrique quería a toda costa un hijo varón, un heredero, pero esta vez la suerte tampoco le sonrió. El tiempo iba pasando y el heredero no llegaba… la idea de que una mujer pudiera reinar en Inglaterra era inconcebible.
Ana Bolena llega a la corte
En medio de esta situación y entre altibajos matrimoniales, llegó a palacio una dama de honor para su esposa llamada Ana Bolena. Ana Bolena, educada en Paris, de ojos oscuros, un largo pelo, seductora, muy ambiciosa y firme en su objetivo marcado: casarse con el rey y ocupar el trono. Y así ¡empezó la lucha! entre la rubia española de ojos azules, tez pálida, nacida en Alcalá de Henares y la morena inglesa del condado de Kent.
Ana no estaba dispuesta a ser un entretenimiento pasajero del Rey, ella quería ser la Reina y así se lo hizo saber. Enrique era buen creyente, pero se enamoró perdidamente de Ana y cambiaron completamente sus creencias, hasta el punto de proponer a los Reyes Católicos, a Catalina y al Papa (Clemente VII) la anulación matrimonial. Todos rechazaron la propuesta, el matrimonio católico es sagrado: «todos los días de tu vida» fue la respuesta. Cansado de esperar una replica favorable, Enrique VIII tomó cartas en el asunto y una resolución radical: rompió relaciones con la Iglesia Católica, con Catalina de Aragón y con los Reyes Católicos, se apropió de todos los bienes de los conventos, y se proclamó “jefe supremo de la Iglesia de Inglaterra”, naciendo de este modo la Iglesia Anglicana.
El 25 de diciembre de 1525, Enrique VIII desde el púlpito de la Iglesia de St Edwards en Cambridge, anunció el nacimiento del anglicanismo y acusó a la Iglesia Católica de herejía. Anuló el matrimonio con Catalina y se casó por todo lo alto con Ana Bolena, en enero de 1533. Una de las celebraciones de bodas tuvo lugar en la capilla del Kings College de Cambridge, el órgano fue construido para dicha festividad, grabando entrelazadas la H de Henry y la A de Ana.
Ana Bolena proclamada reina, a su disposición, más de 250 criados y 60 damas. Su esposo, Enrique VIII había arriesgado guerras y había roto con la Iglesia Católica en Roma para poder ganar su mano. Un amor apasionado que apenas duró tres años. Una sucesión de embarazos fallidos enturbió de nuevo la convivencia entre ambos, astrólogos y magos anticiparon que el próximo embarazo de Ana, sería un varón ¡se equivocaron! nació Isabel I, condenada como su hermana María, a una infancia traumática. Una serie de acontecimientos fueron desencadenándose cayendo Ana Bolena en desgracia.
El Rey exhibía un carácter impulsivo y colérico que fue empeorando con los años.
Ana Bolena fue acusada de emplear brujería para seducir a su esposo, de adulterio e incesto con su hermano. Terminó decapitada el 19 de mayo de 1536 en la Torre de Londres. La ejecución fue rápida, las damas le quitaron el tocado y vendaron sus ojos. Enrique no quería que Ana sufriera y mandó traer a un francés profesional en el arte de la ejecución, desenfundó su espada, al estilo francés tradicional y al primer corte en seco, la cabeza de Ana Bolena salió rodando.
Mientras, el rey no perdía el tiempo, ya estaba cortejando a su siguiente esposa Juana Seymour, una mujer tímida y dócil, culta e inteligente, probablemente de entre todas sus esposas la que más amó a Enrique VIII y de la que verdaderamente él se enamoró.
Ella sería la única de sus seis esposas que le daría lo que tanto añoraba: un hijo varón ¡por fin lo logró! Pero la pobre Juana murió doce días después del nacimiento del príncipe Eduardo. Enrique quedó desolado.
Tres años después se casó por cuarta vez con Ana de Cléveris, princesa alemana, la conoció por un retrato que le mostraron y enseguida se casaron. Su matrimonio fue un autentico desastre. Enrique se negaba a verla porque le parecía increíblemente repelente. Se divorciaron seis meses después de contraer matrimonio.
A los 16 días de su divorcio ¡no perdía nunca el tiempo! Se casó con Catalina Howard (prima de Ana Bolena) 30 años más joven que él, a Catalina su matrimonio no le satisfacía y por ello buscaba entretenimientos amorosos en cualquier parte, no tardaron en correr los rumores y fue decapitada por infidelidad.
Catalina Parr le hizo sentar la cabeza
Finalmente, Catalina Parr fue su sexta y última mujer, una mujer muy culta. Con 32 años había leído muchísimo, tenía una sólida formación humanística y religiosa. El rey seguía sus consejos incluso la escuchó cuándo le pidió que trajera a la corte a sus hijas Isabel y María y que volvieran a ocupar la línea de sucesión. Cuidó de los tres hijos de Enrique, ofreciéndoles una buena educación. A su vez estuvo a su lado para absolutamente todo hasta su muerte.
Cinco años después… Enrique VIII, murió obeso y con una gran úlcera en la pierna. Gobernó durante 30 años con voluntad de hierro. Hizo y deshizo a su antojo, ni reinas ni papas pudieron frenarlo. Sin embargo, hubo algo que no pudo lograr: la sucesión al trono de un hijo varón. Su hijo Eduardo reinó manejado por sus consejeros seis años, murió con 16 años. María Tudor (hija de Catalina de Aragón), reinó cinco años.
Ironías de la vida, la que consiguió llevar el apellido Tudor a las cotas más altas de triunfo, superando en inteligencia y poder a su propio padre, fue Isabel I, hija de Ana Bolena. Reinó 44 años, y su vida, es otra historia…
Fue un fiel representante del imperio inglés y tu gran poder abusivo aplicado a sus inmensas colonias, espíritu que perdura hasta la actualidad en su política internacional